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09 junio 2015

El paso del Capitan Edwin Corona por la Media Luna

LA  LAGUNA  DE LA MEDIA LUNA
POR. Edwin Corona y Cepeda
Dedicado a Pedro Neri Martínez.

     Pese a que varios personajes del mundo submarino de aquel entonces,  Luis Andrade, Raúl Echeverría, Elfego Ruiz de la Vega y “Poncho” Pérez Munguía de la YMCA ya habían realizado diversas inmersiones en ese sitio, fue una película submarina en 8 mms., presentada en el Auditorio de la Unidad Cuauhtémoc del IMSS durante la Cuarta Semana del Buceo en México, titulada El  Buceo en la Media Luna con la presencia de destacados elementos del Grupo de Exploraciones Sub Acuáticas (GESA),  en la que participaron los pioneros del buceo mexicano Alfonso Mancilla Castells, Carlos Ríos Durán,  Raúl Pardo y Gerardo Rosales entre otros, lo que le dio un gran impulso a este extraordinario paraíso del mundo subacuático, ya que, aunado a su belleza, Guillermo “El Negro” Galdi del Club de los Hombres Rana de Tampico y Ciudad Madero había realizado los primeros hallazgos arqueológicos y de restos de animales prehistóricos que le darían fama mundial a este sitio.
    Poco después miembros del Club de Exploraciones y Deportes Acuáticos de México (CEDAM) entre los que se contaban Guillermo Calderón Stell, Carlos de Navía y el arqueólogo Víctor Segovia filmaron bajo la dirección de Genaro Hurtado el documental en 16 mms. Titulado “El Hombre de la Media Luna”, mismo que obtuvo el Primer Lugar en el Campeonato del Filmes Submarinos efectuado en San Francisco U.S.A., patrocinado por la revista “Skin Diver”  y que fue presentado a los buzos mexicanos en el curso de la Octava Semana del Buceo en México (23 de Agosto de 1972).




      Esto hizo que otros grupos de buceo, como el de Aquamundo dirigido por Alejandro Pastrana, el Club España y el Asturiano ocurriesen al Manantial de la Media Luna como paseo favorito para la práctica del buceo en altitud, cuyo conocimiento apenas se iniciaba.
         Llegar, por aquellos años desde el D.F. hasta el Manantial de la Media Luna, era toda una odisea, una verdadera aventura. La primera parada se efectuaba en una humilde choza de techo de lámina de cartón, donde lo tradicional era cenar una, solo una, deliciosa y monumental quesadilla con el consabido café con leche. Hoy en día el lugar aún subsiste, se ha convertido en un magnífico restaurante donde lo tradicional sigue siendo la monumental quesadilla y que ostenta el nombre de Bellavista, poco antes de la caseta de Palmillas.
Luego de tan suculenta cena lo usual era seguir por la recién inaugurada Autopista a Querétaro, en ese entonces minúscula ciudad de mansedumbre  colonial, siguiendo hacia San Luis Potosí y continuando con rumbo a Río Verde.  Cómo no hacer aquí una obligada remembranza de tan estrecha y sinuosa carretera con espectaculares paisajes, donde lo más destacado era el Valle de los Fantasmas y los escasos poblados de menos de un centenar de habitantes. Prácticamente todo el recorrido era remontar la Sierra del Altar y después de un poblado llamado Mojarras de Abajo  se iniciaba una recta como de 30 kilómetros, donde, un pequeño letrero señalaba EL REFUGIO, pueblo polvoso y bicicletero, donde en el parque central, añosos árboles ofrecían una placentera sombra.
    Siguiendo por esa carretera se llegaba a una bifurcación o Y, donde a un costado de un destartalado estanquillo de madera, donde solo se expendían cigarros Faros, Alas y Delicados, latas de sardinas Calmex y velas y veladoras, se encontraba un pedestal con una chaparra estatua a pie  pintada de color dorado del cacique agrarista Emiliano Zapata, y que, según cuentan los chismes, al circular el rumor de que era “di oro” algún vivillo se la robó y ahora se ha sustituido por otra de mayor tamaño y montado en su penco.
       Seguía el camino de terracería hasta el Ejido  El Jabalí, asentamiento de una vieja hacienda propiedad de la familia Escandón, actualmente dividida en cuatro parcelas, pero que por aquellos tiempos era muy interesante visitar. Después del Jabalí se continuaba hasta el rancho de El Zapote, donde, si se presentía la posibilidad de lluvia, era conveniente dejar al auto, ya que se corría el peligro de quedarse empantanado y no poder salir, por lo que lo conveniente era alquilar un “Sulky”, carreta de tipo faraónico tirada por un buey donde acumulábamos el equipo de buceo, de campamento y provisiones, pues si llovía no sería posible salir fácilmente del lugar.
      Hago aquí la pertinente aclaración de que en esos años no existía ningún servicio de buceo en el área, por lo que, por lo regular recurríamos a la fina presencia de Herón Altamirano Vidales, potentado potosino quien poseía un compresor y – agárrese mi dilecto lector – un submarino. Herón formo la Asociación Potosina de Actividades Subacuáticas a la que ingresaron su hijo “el Chato”, su hija y dos amigos y cada 15 días era excursión obligada ir a bucear en la Media Luna.
      Pues bien, entre el Zapote y la Media Luna, más o menos a la mitad del camino, recalábamos, entre otros, el General Valle Alvarado y su hijo Jaime, el Teniente Espinoza y otros amigos que éramos recibidos cordialmente por el propietario de la casa Don Pedro Neri y su hijo, el actual Comisario del Ejido El Jabalí.       
        Saltemos un poco en el tiempo y vayamos a los años de la demagogia echeverrista, donde se exponía la posibilidad de extraer mediante bombeo toda el agua del manantial de La Media Luna con el fin de enriquecer a unos cuantos. Fue entonces cuando se tuvieron agrias pláticas con el entonces Secretario de Recursos Hidráulicos Leandro Rovirosa Wade para impedir este atropello a la laguna. Finalmente, aunque la maquinaria permanecía al pie de la laguna, el proyecto, por inviable fue desechado.
      Para aquel entonces, la fama del buceo en la laguna de la Media Luna había trascendido fronteras y mi primer reportaje sobre esta titulado “Cuando hay luna llena se puede bucear sin lámpara” aparecido en la revista México Desconocido, le dio la vuelta al mundo y fue reproducido en la mayoría de las revistas especializadas en buceo.   
     Sin embargo, Luis Echeverria tuvo la brillante idea de dejar en manos de los ejidatarios el manejo de la Laguna de la Media Luna como fuente de ingresos. Y allí comenzó, el anacronismo, las corruptelas y el desmán. El Comisario Ejidal era el señor de horca y cuchillo que imponía cuotas de acceso, cobraba por todo y por lo que se le venia en gana, el estacionamiento de vehículos era anacrónico, los lugares de campamento no tenían sitio alguno, los escasos comercios o más bien tendajones estaban distribuidos sin ton ni son, se carecía de baños y de una regulación sanitaria para el almacenaje de la basura. 
 Este anacronismo ocasionó que dejara de ir a bucear a la laguna de la Media Luna por cerca de 10 años. No soportaba la idea de ver el desastroso estado en la que la pésima administración ejidal la mantenía.
    Sin embargo y a instancias de mi ahijado, el instructor de buceo Osiel Martínez y de  mi compadre Juvencio, propietario del Hotel La Media Luna, decidí hacer una nueva visita a este lugar, tan solo para saludarlos y recordar  a viejos amigos y tiempos ya idos.
    Sin embargo y debo confesarlo públicamente, mi sorpresa fue mayúscula al observar que el actual Comisario Ejidal Pedro Neri, el imberbe chamaco que acompañaba a su padre en nuestras excursiones, tal vez escuchando parte de nuestras pláticas, pero sobre todo con un amor incomparable por la conservación de este espacio lacustre, ha logrado lo que parecía imposible, un verdadero desarrollo sustentable que se traduce, en cuando menos 300 empleos directos y tal vez en 1,500 indirectos.
    Hoy en día, las áreas de estacionamiento, comercios, campamento, buceo y natación están delimitadas, los espacios verdes son agradables, los sanitarios  limpios,  la vigilancia discreta, en una palabra, se observa orden.
    Aunque la carga humana es muy grande, con toda esta operatividad acertada y adecuada, el Manantial de la Media Luna es indudablemente un detonante para la economía local y permite a sus visitantes  gozar de la incomparable belleza de este espectacular paisaje potosino, donde cuando hay luna llena, se puede bucear sin lámpara.    

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NOTICIAS DE DAN

Salud y Bienestar— Capacidad Aeróbica

El buceo es una actividad que requiere una buena capacidad aeróbica. Su capacidad aeróbica depende de lo bien que funcione su sistema cardiovascular, incluyendo su corazón y vasos sanguíneos. Este es el sistema que transporta la sangre a través de los pulmones, donde se recarga de oxígeno, y la distribuye a cada parte del cuerpo, donde el oxígeno mantiene la vida, alimenta los músculos y por ende su capacidad de hacer ejercicio.

El “motor” del sistema circulatorio es el corazón. El corazón es una bombona de tejidos vivos: músculos, tejido de sostén y un sistema de conducción que produce señales eléctricas que estimulan la acción de bombeo del corazón. En promedio, el corazón de una persona en descanso late aproximadamente 72 veces por minuto (este es su “pulso”), lo cual produce un gasto cardíaco de:



Números como éstos demuestran la importancia de mantener una capacidad aeróbica saludable para practicar actividades físicas como el buceo. Por ende, se recomienda hacer ejercicio cardiovascular rutinariamente teniendo en cuenta que la intensidad del ejercicio puede variar significativamente.



Por lo general, el buceo implica una actividad física de intensidad moderada, pero pueden ocurrir situaciones que obligan a los buzos a participar en una actividad más enérgica. Dentro del agua, los niveles de esfuerzo más altos afectan al sistema cardiovascular de diversas maneras que pueden ser potencialmente mortales para buzos con enfermedades cardíacas o una menor capacidad para el ejercicio. Antes de cualquier viaje, los buzos deberían completar un Informe Médico RSTC y obtener una evaluación de su médico. Recuerde, Ud. es la clave principal del buceo seguro.